desde cascorro
mi barrio, mi nuevo barrio: el rastro. ahora en fiestas, de las castizas, como todas.
qué razón tenía almudena, en algún post o comentario, cuando se sorprendía hace meses, al pasar por el windsor tiempo después del incendio, de lo poco que salía de su barrio. madrid podía ser grande pero ella vivía en su barrio como si lo hiciera en un pueblo. a mi me gusta pasear, callejear el centro. con tiempo intento no volver siempre por la misma calle. descubrir. me fijo como si fuera, que nunca llevo, con una cámara: en ocasiones de fotos, en otras de vídeo. tanto me fijo que suelo quedarme mirando, algunas veces con indiscrección. y con la manía de leer todos los carteles. paseo con la parsimonia de quien lo hace recorriendo sus propiedades.
ya no tendré a un paso los cines renoir o el templo de debod, las terrazas de la calle santiago, los jardines de sabatini, san bernardo, conde duque. pero ahora vivo en un barrio, de esos con gente.
vaya, hablar de madrid siempre me ha parecido provinciano, quizás porque algo tiene de ello. tan sólo con mirar los tejados de la zona centro desde una terraza con altura llegas a creértelo (o desde el viaducto, una de las vistas más esclarecedoras: a un lado los bloques de pisos del extrarradio; al otro los austrias, el casco viejo con antenas de televisión). voy más allá: la imposibilidad de escribir sobre madrid sin que parezca provinciana. ahora tendría que disculparme por utilizar provinciano,que lo hago, con ese fondo despectivo que también contiene. pero no es eso, nada tiene que ver con vivir en zamora, sino con la dificultad de convertir por escrito madrid, si uno quiere retratarla, en esa ciudad neón y cosmopolita.
las estampas. qué lejos me queda el género. como el diario.
qué razón tenía almudena, en algún post o comentario, cuando se sorprendía hace meses, al pasar por el windsor tiempo después del incendio, de lo poco que salía de su barrio. madrid podía ser grande pero ella vivía en su barrio como si lo hiciera en un pueblo. a mi me gusta pasear, callejear el centro. con tiempo intento no volver siempre por la misma calle. descubrir. me fijo como si fuera, que nunca llevo, con una cámara: en ocasiones de fotos, en otras de vídeo. tanto me fijo que suelo quedarme mirando, algunas veces con indiscrección. y con la manía de leer todos los carteles. paseo con la parsimonia de quien lo hace recorriendo sus propiedades.
ya no tendré a un paso los cines renoir o el templo de debod, las terrazas de la calle santiago, los jardines de sabatini, san bernardo, conde duque. pero ahora vivo en un barrio, de esos con gente.
vaya, hablar de madrid siempre me ha parecido provinciano, quizás porque algo tiene de ello. tan sólo con mirar los tejados de la zona centro desde una terraza con altura llegas a creértelo (o desde el viaducto, una de las vistas más esclarecedoras: a un lado los bloques de pisos del extrarradio; al otro los austrias, el casco viejo con antenas de televisión). voy más allá: la imposibilidad de escribir sobre madrid sin que parezca provinciana. ahora tendría que disculparme por utilizar provinciano,que lo hago, con ese fondo despectivo que también contiene. pero no es eso, nada tiene que ver con vivir en zamora, sino con la dificultad de convertir por escrito madrid, si uno quiere retratarla, en esa ciudad neón y cosmopolita.
las estampas. qué lejos me queda el género. como el diario.
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